La Iglesia ¿qué Iglesia?

La Iglesia ¿qué Iglesia?
La Iglesia ¿qué Iglesia?

Cuando los historiadores repasen los avatares del final del anterior siglo y los comienzos del XXI podrán observar los procederes de la jerarquía católica en España donde se pueden distinguir distintas iglesias.

Escribo de jerarquías, no de fieles, ni de soldados de Cristo esforzados, entregados en vida a la causa del fundador de la Piedra. Los mejores conocedores de los últimos lustros de la Iglesia Católica en España hablan de un “desmadre” organizativo que ha permitido y permite que el poder real no descanse sobre los “pastores”, sino en un grupo de arribistas que sólidamente instalados han hecho de su confesión una forma de vida, en ocasiones suntuosa. Algo muy parecido a lo que ha ocurrido en los partidos políticos en las que personas sin especiales méritos tecnocráticos viven de la sopa boba, calentada con agua bendita, aprovechando su cercanía a los ensotanados.

Esta nueva casta en el dicasterio católico la encarna como nadie Fernando Giménez Barriocanal, niño preferido del cura Don Bernardo y que es, al final, quien viene moviendo los hilos en Añastro, 1. Antes fueron el tándem Pérez del Puerto/Martín Marín, éste último envuelto y cerca en casi todos los casos de corrupción que adornan al PP de Madrid. Recordará el lector que en una conversación grabada por la UCO con autorización judicial, los hermanos González (Ignacio) se referían a Pedro Antonio Martín Marín como un tipo que se llevaba comisiones de todo. Pues estos dos han mandado durante años en COPE y, posteriormente, en TreceTV.

Dicen por esos lares, que Barriocanal (Kiko) se ha refugiado en su oscuro despacho de la Universidad Autónoma, pero nadie cree que haya dejado de dirigir desde su antro público todo lo relativo a los dineros de la Iglesia, origen de todo su omnímodo poder. Su presidencia en el Grupo Abside le dio fama y más poder.

Escrito lo anterior, apuntar que las iglesias españolas están más vacías que nunca y los jóvenes se han apartado de la disciplina religiosa a marchas forzadas. Y eso, mientras no pocos católicos de base, desde esa militancia inequívoca, dedican su tiempo, su dinero y sus empeños a favorecer a los demás con la generosidad que el Evangelio exige. Mientras esto sucede, alguna jerarquía –es decir, toda, según los postulados de la comunión-baila el agua a un Gobierno que, entre otras cosas, quiere que jóvenes de 12 años puedan decidir si quieren ser hombre o mujer y viceversa.

Cuando no hay liderazgo, ni valores, suelen llegar los listillos con el cazo puesto.

Sería mejor para la Iglesia Católica, como dejó dicho Juan Pablo II, quedarse en 12 que no andar trapisoteando el mensaje genuino.

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